Y tras ella…
la luna, queriendo arrancar de sí misma la corazonada que la llevó allí.
Todo se nubla
y ya no hay nadie ni en frente ni atrás: ella está en medio de la nada con todo
en la mirada y sin nadie a quien mirar.
Ella se
arroja sobre el suelo alfombrado de hojas secas y derrama la sangre de sus ojos
y prefiere dormir, para no huir mas de “el todo” y “la nada”.
Ahí esta y no
quiere moverse, es mejor sentir el áspero de las hojas en la piel que los
aguijones de los recuerdos en el corazón. Preferible es morir que seguir
viviendo y no dejar de sufrir.
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