miércoles, 14 de noviembre de 2012

A propósito de un día.

Dormido en el pasto seco, muriendo poco a poco, dañado el corazón y un poco el rostro; tendido como si durmiera un sueño largo del que no va a despertar.  Mucho antes había estado en un cuarto minúsculo, la luz que lo iluminaba era un hilo delgado que en el día era dorado, en la noche plateada…

Al despertar siente la diferencia del resplandor en sus ojos y aturdido pero tranquilo le complace tocar con la yema de sus dedos la hierba simple que lo soporta y alcanza, en medio de su letargo, a recordar el agradable olor del aire, del sol, del polvo… En su antigua morada tenia por aromas su propio excremento y las migajas que comía y se descomponían con el tiempo.  

Llega a su mente una visión: camina lento, despreocupado, algo perdido, un grito, un automóvil y el hilillo de luz en sus ojos. 

Siente sus piernas fastidiadas y advierte que se encuentran atadas, toma aire y logra incorporarse; una extraña pesadez le impide abrir sus ojos y descubre además de sus ligazones, un ejército de hormigas avanzando entre su ropa deshecha.  Es cuando decide ganar la batalla y las sacude a todas partes. En su interior, a pesar de las heridas y el cansancio advierte un suspiro de felicidad, ha vuelto a la vida, ya no existe el lugar oscuro al que le arrojaron aquel día siniestro, ya no hay desespero, no importa siquiera su ropa sucia o sus dolencias, cree que es alguien nuevo…

Aun con los ojos cerrados,  adheridos como si estuvieran cosidos, percibe a su rededor un campo lejano, con algún árbol frutal o aromático que lo confunde, comienza a arrastrarse pues el cansancio no lo deja levantarse; lentamente camina empujando con sus pies desnudos las piedrecillas a su paso, el olor de frutos y semillas caídas lo obliga a inclinarse para comer, se extasía en sus sabores, son un manjar que había olvidado.

No hay carretera, ningún indicio de otro ser animal o humano, al menos no siente movimiento, no hay mas luz que la del medio día en su magnificencia…
No sabe cuánto tiempo ha pasado, es incapaz de medirlo desde la última vez que miro el reloj en la calle oscura por la que paseaba y de donde lo arrebataron; recuerda que en su viejo reloj marcaban las diez en punto, desde allí podía haber pasado algún tiempo… o demasiado.

Definitivamente siente cómo sus ojos están sellados y no los abre, solo percibe la luminosidad del día, nada más.  Quiere gritar de felicidad, o de miedo…  de su boca sólo sale un suspiro inaudible, un sordo sonido que aumenta su angustiosa situación, ¿qué puede hacer en medio de la nada sin nada?




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