Dormido
en el pasto seco, muriendo poco a poco, dañado el corazón y un poco el rostro;
tendido como si durmiera un sueño largo del que no va a despertar. Mucho antes había estado en un cuarto
minúsculo, la luz que lo iluminaba era un hilo delgado que en el día era dorado,
en la noche plateada…
Al
despertar siente la diferencia del resplandor en sus ojos y aturdido pero
tranquilo le complace tocar con la yema de sus dedos la hierba simple que lo
soporta y alcanza, en medio de su letargo, a recordar el agradable olor del
aire, del sol, del polvo… En su antigua morada tenia por aromas su propio
excremento y las migajas que comía y se descomponían con el tiempo.
Llega
a su mente una visión: camina lento, despreocupado, algo perdido, un grito, un
automóvil y el hilillo de luz en sus ojos.
Siente
sus piernas fastidiadas y advierte que se encuentran atadas, toma aire y logra
incorporarse; una extraña pesadez le impide abrir sus ojos y descubre además de
sus ligazones, un ejército de hormigas avanzando entre su ropa deshecha. Es cuando decide ganar la batalla y las
sacude a todas partes. En su interior, a pesar de las heridas y el cansancio
advierte un suspiro de felicidad, ha vuelto a la vida, ya no existe el lugar
oscuro al que le arrojaron aquel día siniestro, ya no hay desespero, no importa
siquiera su ropa sucia o sus dolencias, cree que es alguien nuevo…
Aun
con los ojos cerrados, adheridos como si
estuvieran cosidos, percibe a su rededor un campo lejano, con algún árbol
frutal o aromático que lo confunde, comienza a arrastrarse pues el cansancio no
lo deja levantarse; lentamente camina empujando con sus pies desnudos las
piedrecillas a su paso, el olor de frutos y semillas caídas lo obliga a
inclinarse para comer, se extasía en sus sabores, son un manjar que había
olvidado.
No
hay carretera, ningún indicio de otro ser animal o humano, al menos no siente
movimiento, no hay mas luz que la del medio día en su magnificencia…
No
sabe cuánto tiempo ha pasado, es incapaz de medirlo desde la última vez que miro
el reloj en la calle oscura por la que paseaba y de donde lo arrebataron;
recuerda que en su viejo reloj marcaban las diez en punto, desde allí podía
haber pasado algún tiempo… o demasiado.
Definitivamente
siente cómo sus ojos están sellados y no los abre, solo percibe la luminosidad
del día, nada más. Quiere gritar de
felicidad, o de miedo… de su boca sólo
sale un suspiro inaudible, un sordo sonido que aumenta su angustiosa situación,
¿qué puede hacer en medio de la nada sin nada?