Corta la delgada membrana que divide mi
piel en el pecho, permite que la calidez de la sangre se vierta lentamente en
lo que quede de mí.
Busca por dentro, observa si algo más
que carne y huesos habita, quizá encuentres mi corazón; pero no el músculo
sangriento, si no eso etéreo, que siente, se conmueve, se constriñe y odia.
No ha terminado y el dolor vuelve en una
risa: recordando el calor del fuego por el cuerpo, escuchando murmullos,
pronunciando verdades escondidas camufladas entre los ojos…
No ha terminado, las oscuras noches a solas, el abrazo a la
almohada sin querer, el pensamiento apartado mientras la gente mira y el tiempo
pasa.
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