Pienso en vos y me traslado a una noche
de invierno. Así sos vos, frío, ninguna fantasía enciende rudimentarios fuegos
al lado tuyo. Por eso no quiero estar en la noche que sos; porque muero de
frío, mis venas se enfrían, mis pies no me sostienen igual.
No podría compararte con algo diferente
a una noche de invierno. Tus ojos apagados sin vida, sin felicidad, como el
cielo de aquella noche. Tus manos
heladas que ni siquiera al fuego se siente circular sangre caliente, porque no vivís.
Tu mente pensando en cosas tan triviales, tan pueriles, como esperando el
reverdecer de las hojas secas o de las flores marchitas.
Eres peor que esa noche, aún más breve
que la lluvia o el viento…
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