¡Que animal es el deseo!
El
instinto que abarca nuestro cuerpo,
no halla ninguna situación
futura que impida desbordar el elixir que mueve la vida.
Un enigmático poder se
esconde en la mirada; no es preciso estar enamorado
para sentir el calor de la sangre que en borbotones recorre las
venas.
Ese incontrolable placer que
se desliza por la piel con cada caricia, hace revivir, hace estremecer; parece que me diera
cuenta del toque animal que se desenfrena.
No se necesita más que
agudizar los sentidos: saborear todo lo que toque la boca, ser sutil al tacto
pero aferrarse fuertemente, escuchar atentamente palabras entrecortadas y
jadeantes de quien en ese instante, solo en ese instante es dueño de la carne.
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