Me gusta lo que hacés cuando
querés desprenderte del mundo:
logras viajar de mil maneras,
en sueños o despierto...
Me gusta saber que a veces
tenés la cabeza hecha ochos,
porque como dédalo en su laberinto
encontrás las palabras guías
y llegás a la salida.
Me gusta saber que tu pensamiento
se mueve y tratás de explicarlo todo;
desde las formas más pintorescas
hasta las más adustas
lográs conectar las ideas
y dejarme sin palabras.
Me gusta saber que la perfección
no hace parte de tus aptitudes,
que erras una y mil veces
hasta quedar satisfecho,
hasta cometer el mejor error posible.
Me gusta que te compliqués la vida
y optés por desenredarla vos mismo;
sos tejedor de tus propias madejas,
madejas de historias y recuerdos,
pero dejás otros hilos para tejer conmigo.
Me gusta cuando te ponés tan vos
que lográs excitarme y sacarme los demonios,
inevitablemente las pieles conversan
hablándose en secreto.
Me gusta cuando seguís mi mirada hasta la luna,
pues advertís cada tanto que me quedó allá;
entendés la lejanía de mis silencios
y por eso mis mayores temores
te los he confesado cuando duermes.
Me gusta cuando coreas una canción
a mi lado
y es porque me confirmás
que los dramas de la vida
se pueden conjurar cantando a todo pulmón
y así resultan ser más pequeños.
Así sos y a placer te disfruto.
Gentes de principios y gracias a esto sin finales.
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