Cuando pienso en él, no le
pienso como al resto de la gente.
No añoro sólo su presencia
física, no. Recordarle es mucho más que
eso.
Recordarle me genera
placenteros escalofríos. Alcanzo a
sentir el roce de su mano en la mía, esa sensación que sólo encuentro al
caminar juntos y darme un apretón.
Cuando pienso en él, mis
oídos pueden sentir su voz, sienten su respiración traducida en los latidos de un
fuerte corazón.
Con el tiempo ha llegado a
ser el inspirador de muchos sueños, hasta nuevas esperanzas, me ha otorgado el
placer de conocerlo profundamente.
No renunció a sus
pensamientos románticos porque prefirió rescatar los míos.
No escuchó sus propios reproches
porque eligió ser feliz con mis preguntas.
No quiso continuar por senderos sinuosos y escarpados porque decidió
quitar la maleza para caminar juntos.